Voces en tiempos de contingencia
Días de esperanza
Days of Hope
Los patios grises, vacíos.
Los pasillos mustios, devastados,
lucen pulcros de tan inertes.
Hacen falta los pasos, las carreras a la fila,
se sienten ausentes las charlas del recreo,
los buenos días de bienvenida.
Las sillas y mesas se arrinconan inútiles
sin encontrarse un sentido, sin saberse ninguna razón.
Las aulas calladas
atrapan, como en juegos incesantes,
las risas que, en sus muros, se atesoran con añoranza;
les persiguen queriendo atraparlas,
sin entender que no es cuestión de pérdida, sino de esperanza.
La solemnidad de los edificios pretende confundir al ojo ajeno,
hacerle parecer un triste paisaje desierto,
sin explicarle la riqueza que se teje desde adentro.
Tantos muebles, tantos libros y espacios soberbios
creyéndose tan necesitados,
desconocen lo invencible del talento.
En su inmovilidad, no se han enterado
de que ni el juego ni el aprendizaje se han detenido,
es tan solo que, por un tiempo, se han mudado.
En su afán desconsolado,
esperan ansiosos los salones, los pizarrones,
las canchas y los patios,
que regresen sus niños,
que vuelva la vida a su lado.
Quieren saber cuánto han crecido,
escuchar con auténtico encanto
todo lo que hicieron en estos días,
lo que aprendieron y, al ser niños,
todo aquello que les ha maravillado.
Esperan mirar discretamente a cada maestro
corresponder a sus alumnos,
lo mucho que les habían extrañado.